LA LLEGADA DEL FERROCARRIL A MIERES
Julio LEÓN COSTALES, “Ferrocarriles”, Noticias históricas sobre Mieres y su concejo, Mieres, Ayuntamiento de Mieres, 1988, pp 193 – 201.
La llegada del ferrocarril a Mieres vino a dar un gran impulso a la industria metalúrgica y hullera, así como el comercio, que por aquellos años iniciaba su expansión, sin olvidar la agricultura y ganadería, que seguía siendo una importante fuente de riqueza, donde la famosa vega de Mieres era considerada poco menos que intocable por los vecinos de esta villa, dada la fertilidad y exuberancia de aquellos terrenos regados por el río.
En el año 1872, tuvo lugar la primera gran conmoción del pueblo de Mieres con la llegada de una comisión de delegados del Gobierno y de la compañía de ferrocarriles. Por todos los barrios se corrió la voz: “Quieren quitarnos la vega, la vía férrea la va a dividir y estropear nuestras huertas y sembrados”. En aquella vega todas las familias mierenses tenían su huerta o terreno de maíz; estaban literalmente enamorados de su pradera. Alrededor de ella giraba la vida de Mieres. Como única manifestación ajena a la situación puramente bucólica, había unas fraguas elementales donde se realizaban trabajos de cerrajería doméstica, precursoras de la gran industria siderúrgica nacida años más tarde.
Cuando la integridad de la vega se vio amenazada por el paso del ferrocarril, el alcalde del concejo, Don Faustino Quintana, decidió realizar una marcha popular sobre la capital para protestar ante el gobernador e impedir el paso del mismo por aquellas heredades.
Un día de verano, meses después de la llegada de la comisión del ferrocarril, un centenar de mierenses salieron camino de Oviedo; unos iban en carros del país, otros a caballo y la mayor parte a pie. En sus manos llevaban palos, hoces, hachas, rastrillos y cuantos instrumentos manejables encontraron en la huerta o en sus casas. Para los manifestantes, aquellos utensilios eran su última esperanza de persuasión.
Al mediodía, una comisión presidida por Don Faustino Quintana fue recibida por el gobernador. “No me explico – le dijo éste – por qué os oponéis al paso del ferrocarril. Tened en cuenta que en el ferrocarril está el porvenir de vuestra villa…”. Al llegar este momento, el alcalde de Mieres interrumpe al gobernador: “Si es que ha de pasar el tren que pase, pero no será por la vega”.
Aquella justificada protesta fue tenida en cuenta para cambiar el proyecto y desviar el paso de la vía por la margen izquierda del río. Lo que no hizo entonces el ferrocarril, lo consiguió años después la urbanización. La vega perdió su unidad cuando se abrió años más tarde la primera calle llamada de “La Perra”. Nuevas calles y edificaciones fueron surgiendo con el transcurso de los años, al amparo de la industria, y así poco a poco la vega fue cediendo paso a la urbanización que exigían los nuevos tiempos.
Por algunos documentos del archivo municipal, se sabe que los trenes comenzaron a funcionar el año 1874, según escrito que varios industriales presentan al Ayuntamiento con fecha 25 de julio de dicho año, interesando la construcción de una estación y puente, manifestando:”Que como es sabido, el ferrocarril abrió ya el servicio público desde Lena a Gijón, sin que se haya construido la estación de Mieres, que según noticias oficiales se emplazará en la parte baja de la cañada, y esto al parecer, muy pronto”.
Dice otro escrito: “De tiempos antiguos había tres caminos que viniendo de los pueblos de Requejado, Seana y Sueros, juntándose en ‘O’, pasaban el río Caudal en vado y bifurcándose después, seguían a distintos pueblos de Mieres”. El punto “O” que se señala en el plano, estaba situado entre el ferrocarril y el río, a igual distancia de la vieja estación cuyo edificio aún se conserva, y la nueva.
Fechada en 7 de junio de 1875, varios comerciantes e industriales solicitan una vía de empalme, alegando que “el porvenir de esta población en todos conceptos rica, movieron a antiguos ayuntamientos a procurarse un trazado por esta localidad de la vía general del N.O., y sus colosales esfuerzos a la vista del buen éxito, quedaron frustrados por la revolución que cobijaba siniestros intentos contrarios. Dado ya este desgraciado percance, causa de males tan considerables, quedaba sólo el recurso de una estación en el punto conveniente a la parte opuesta del río; se ha conseguido, aunque provisional, debido a los esfuerzos de particulares. Está pues hecha la estación; y está decretada la inmediata ejecución de las que ha de perpetuarse en el punto del travesado”…
Se referían a la estación provisional de madera, próxima al puente, y a la que se levantaría más tarde en los terrenos próximos al mencionado punto “O”.
En el año 1926, una riada inutilizó el puente que daba acceso a la estación, teniendo que habilitarse para su utilización el puente del Vasco-Asturiano. En sesión de fecha 22 de diciembre de 1926, se acordó: “Que como todos saben, habiendo quedado esta villa sin comunicación con el Norte, debido a los últimos temporales, ante tan grave situación, a causa de quedar 20.000 almas aisladas en absoluto del ferrocarril por donde se proveen de los artículos de primera necesidad, habiendo quedado también inutilizada la estación de Santullano, se estudió con urgencia el darle una solución provisional.
Está solución fue la de habilitar el paso de persona por el puente del Vasco y meter el ferrocarril del Norte por el mismo, haciendo las obras necesarias, siendo preciso reforzar el puente, cuya obra llevará a cabo la Sociedad Fábrica de Mieres, exigiendo para ello una garantía de pago que ascenderá a 32.000 pesetas y será a cargo del Estado”. Por acuerdo de 29 de abril de 1927, se acordó el abono de las obras realizadas.
Estos son algunos de los datos relativos a la llegada de los “caminos de hierro”, que hace un siglo conmocionaron al pueblo de Mieres, a la par que se abrían nuevos horizontes para su presente y futuro.
La inauguración de la línea de León a Gijón tuvo lugar con la puesta en marcha del Tren Real, que partió de Segovia el día 14 de agosto de 1884, para llegar a Gijón el día 15 a las cinco y media de la tarde. En el mismo venían como viajeros el rey D. Alfonso XII y su esposa la reina Dª. María Cristina.
El año 1984, se conmemoró el primer centenario de la inauguración, asistiendo a los actos el rey D. Juan Carlos I, quien hizo el recorrido en tren hacia Madrid.
FERROCARRIL VASCO – ASTURIANO
Un nuevo ferrocarril vino a poner en comunicación este concejo con Oviedo en los primeros años del siglo, prolongándose hasta Collanzo con posterioridad. En esta ocasión ya no hubo oposición al paso del mismo por la vega, como ocurriera con el ferrocarril del Norte. Mieres se hallaba en pleno desarrollo industrial y necesitaba de cuantos medios de transporte fuesen precisos para la salida de carbón y otros productos, así como para la importación de materia prima necesaria y mejor evolución de su comercio, dentro de una zona de riqueza en expansión floreciente.
Un periódico local con domicilio en La Pasera, 3, informaba así del acontecimiento:“El miércoles, por fin, se inauguró el ferrocarril Vasco-Asturiano. Con este motivo se ven muy concurridas las inmediaciones de la estación, siendo muchas las personas que toman billete con el sólo objeto de cerciorarse de la comodidad de los carruajes.
Verdaderamente esta Compañía tiene un material inmejorable, y en sus coches, durante la marcha, no se siente el traqueteo que es general en otra líneas”.
El primitivo trazado de este ferrocarril llegaba hasta Ujo-Taruelo, dentro de este concejo, hasta su continuidad a Collanzo. En sesión del 5 de diciembre de 1925, se acuerda contribuir a las obras de prolongación del mismo: “visto un oficio de la alcaldía de Aller interesando la subvención de 25.000 pesetas para la construcción del proyecto de ferrocarril de Ujo a Collanzo, en el de Ujo a Matallana (León), y en el que se hará una estación en Santa Cruz, se acuerda subvencionar con 25.000 pesetas, cada kilómetro de recorrido dentro de este término municipal, a condición de emplazarse una estación en Santa Cruz”.
El desvío del trazado de este ferrocarril fuera del casco urbano, vino siendo objeto de estudio de diferentes Corporaciones, tropezando una y otra vez con lo elevado del presupuesto para llevar a cabo el proyecto. Al fin, en el año 1987 se acometieron las obras, hallándose en el mes de junio finalizadas las del edificio de la nueva estación y andenes, así como colocada la vía desde Santullano a Mieres a orillas de la carretera general, a excepción del tramo comprendido en la parcela a lo largo del barrio de Santa Marina, por la oposición de algunos vecinos al paso del ferrocarril por las inmediaciones de su viviendas. Caso similar al de los mierenses que en el siglo XIX impidieron con sus protestas el trazado de la vía del Norte por la vega.
Obras con una inversión de cuatrocientos millones de pesetas, paralizadas desde hace cuatro meses, cuyo retraso está causando notables perjuicios al pueblo de Mieres, esperándose una pronto solución en asunto de tanto interés.
Reanudados los trabajos en el mes de enero y colocado el tramo de vía a lo largo del barrio de Santa Marina, se dan los últimos retoques al edificio de la estación y alrededores, habiéndose instalado una pasarela hacia el puente de La Perra, a falta de otra que salvando la vía y carretera llegue hasta el puente colgante, calculándose para el mes de junio de 1988 la fecha de inauguración del nuevo trazado de este ferrocarril.
Sobre el servicio de viajeros en la década de los veinte, se conocen algunas particularidades, con ocasión de la petición de los Ayuntamientos de Aller y Riosa, para anexionarse a este partido judicial, y que en sesión de 4 de marzo de 1926, se emite informe favorable, que dice:”Además del tranvía de vapor desde Cabañaquinta a Ujo Taruelo, donde enlaza con el ferrocarril del Vasco, con la correspondiente comunicación de trenes de viajeros, se halla establecido un servicio diario de transporte de viajeros en comodas camionetas, desde el límite del concejo de Aller a la estación de Ujo. Este sin contar que muy pronto será construido el primer trazo del ferrocarril de Ujo a Matallana, que llega a Collanzo”.
Con respecto a los medios de transportes, se celebra una sesión extraordinaria el 13 de octubre de 1926, para dar cuenta de la suscripción de acciones para construir una red de tranvías eléctricos en este concejo, cuyo presupuesto ascendía a la cantidad de 1.278.161,97 pesetas, “reportando la instalación de los tranvías un bien innegable para el concejo, ya que ellos darán facilidades al obrero para trasladarse al punto de trabajo sin el esfuerzo que hoy realizan al hacerlo a pie; estrechando más las relaciones de los distintos pueblos del concejo; contribuyendo al desarrollo de la industria y al comercio”.
FERROCARRILES MINEROS
A finales del siglo pasado, comenzaron a funcionar en el concejo numerosos trenillos mineros para el transporte del mineral hacia los lavaderos de carbón, o hacia su embarque en los trenes del Norte o del Vasco. Las máquinas de vapor con sus reatas de vagonetas circulando por las laderas de las montañas o el fondo de los valles, denotaban un signo de visible actividad muy característico en la comarca. También era frecuente contemplar aquellas máquinas arrastrando unos tranvías especiales para llevar a los mineros a su punto de trabajo, como los que subían hasta Baltasara, y eran conocidos como “los coches”.
El casco urbano de Mieres era cruzado por varios de estos ferrocarriles, pero de todos ellos, el más popular fue el que instaló la Empresa de don José Sela y Sela, a lo largo de la calle Camposagrado, para llevar el carbón al otro lado del río, hasta el ferrocarril del Norte. Procedía de las minas del valle de San Juan y bajaba por un plano interior hasta la cabecera de esta calle. A este trenillo minero se le aclopaba un coche especial para el transporte de viajeros a la estación a la hora de los trenes. La estampa de aquel tren circulando a lo largo de la principal avenida mierense, resultaba algo entrañable y familiar, hasta su desaparición en la década de los años cincuenta.
ANECDOTARIO
Hasta aquí, hemos hecho una breve reseña de la llegada del tren a Mieres. Tren que muchos mierenses perderían en alguna ocasión, como le ocurrió a un vecino de esta villa, el popular Luis “chaquetina”, quien habiendo salido a una capital cercana, donde lo debía estar pasando muy bien, envió un telegrama a su familia, redactado en los siguientes términos: “Perdí el tren de hoy y el de mañana”.
Otro hecho anecdótico que ha llegado hasta nuestros días, lo relata el cronista Constantino Cabal, que en síntesis dice que Manolín era un buen mozo mierense, que habiendo pasado dos días en Oviedo, gasto todo su dinero. No teniendo para su billete de regreso, decidió viajar gratis en el Vasco, metiéndose debajo de un asiento, suplicando a unas señoras que lo tapasen con sus vestidos y bultos, donde se creía seguro. Pero todo fue en vano. Cuando llego el revisor, tropezó en sus pies y por poco cae sobre la gente. El pobre era tan largo que asomaba. El revisor, dándole un tirón en las piernas, le mando salir de allí. Manolín se encogió un poco y siguió quieto. El funcionario le conminó más fuerte:
–¡Oiga, no se haga el tonto, salga de ahí ahora mismo, haga el favor…!
Entonces Manolín asomó las narices por el extremo opuesto del asiento y pregunto:
–¿Qué, señor, dizme a mí…?
Y ya el revisor a voces:
–¡Si, señor, a usté también…! ¡Hala fuera de ahí los dos…!